No tardó mucho en llegar el enemigo:¡Un lobo horrible, amiguitos míos, un lobo!, que imitando la voz de la cabra llamó cortésmente a la puerta para entrar.
Al mirar el cabrito por una rendija vio al feroz carnicero y, sin intimidarse le dirigió el siguiente discurso:
-Bien sé que eres nuestro mayor adversario y que, imitando la voz de mi madre, marcharte, odiado animal, que no seré yo quien te abra la puerta.
Sigue el consejo de tus padres

y vivirás feliz toda la vida.




FIN
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